Estación Carmelita
Parte 3
La vuelta al mundo que he dado la saque de los 4 kilómetros diarios que caminaba para ir a la escuela de la mina Despreciada, 2 en la mañana y dos en la tarde. Y eso multiplicado por 5 días dan 20 kilómetros de ida y vuelta, a la suma 80 kilómetros al mes. Y multiplicado por los 9 meses de escuela son 270 kilómetros y desde los 7 a los 12 años haciendo este recorrido son 5 años, lo que da 270 por 5, es decir, 1.350 kilómetros. Para ir a Tocopilla a pie eran 5 kilómetros de ida y 5 de vuelta, aunque la mayor parte de las veces lo hacíamos en el tren de pasajeros.
Mis primeros años de estudio los hice en la escuela del campamento minero, hasta el 5° año. Después a la Escuela Pública de Tocopilla. Luego estudié en el Liceo de Tocopilla. No me destacaba en nada, en lo mejor que me iba era en Castellano y Filosofía. Creo que era un pájaro sin rumbo, siempre curiosa, leyendo cuanta cosa podía o caía en mis manos. Recuerdo que no entendía como se decía que en el Universo, la tierra era el planeta habitado. Eso no me entraba en la cabeza. En Tocopilla todo era distinto, vivíamos solos los hermanos en una casa pobre, mientras mis padres seguían en Carmelita.
Uno de los tantos recuerdos lindos que tengo es el paseo que hacíamos una vez al año a la playa. No sé cómo en un sol o auto entrábamos todos: 11 personas. El mar era lo máximo para todos. Tan pronto llegábamos, todos nos metíamos al agua. Yo no recuerdo si nos poníamos traje de baño o nos bañábamos con ropa interior. Mi madre era la única que sabía nadar. Mi papito se limitaba a subirse los pantalones y empezaba a mariscar, acompañado de mi mami. En una ocasión mi papito, provisto de una alpargata, mató a un pejesapo, gordo, lindo y sabroso, que mi mamá cocinó más adelante. Nosotros, mis hermanos y mis primos, mi mamá también, buscábamos mariscos, lapas, apretadores, locos, señoritas y todo lo que sacábamos lo desconchábamos y lo poníamos en una piedra cóncava, que parecía una olla, y ahí mismo le ponían limón, sal y aceite. Todos comíamos directamente de esta improvisada olla, era una delicia y lo gozábamos intensamente.
Parte 3
La vuelta al mundo que he dado la saque de los 4 kilómetros diarios que caminaba para ir a la escuela de la mina Despreciada, 2 en la mañana y dos en la tarde. Y eso multiplicado por 5 días dan 20 kilómetros de ida y vuelta, a la suma 80 kilómetros al mes. Y multiplicado por los 9 meses de escuela son 270 kilómetros y desde los 7 a los 12 años haciendo este recorrido son 5 años, lo que da 270 por 5, es decir, 1.350 kilómetros. Para ir a Tocopilla a pie eran 5 kilómetros de ida y 5 de vuelta, aunque la mayor parte de las veces lo hacíamos en el tren de pasajeros.
Mis primeros años de estudio los hice en la escuela del campamento minero, hasta el 5° año. Después a la Escuela Pública de Tocopilla. Luego estudié en el Liceo de Tocopilla. No me destacaba en nada, en lo mejor que me iba era en Castellano y Filosofía. Creo que era un pájaro sin rumbo, siempre curiosa, leyendo cuanta cosa podía o caía en mis manos. Recuerdo que no entendía como se decía que en el Universo, la tierra era el planeta habitado. Eso no me entraba en la cabeza. En Tocopilla todo era distinto, vivíamos solos los hermanos en una casa pobre, mientras mis padres seguían en Carmelita.
Uno de los tantos recuerdos lindos que tengo es el paseo que hacíamos una vez al año a la playa. No sé cómo en un sol o auto entrábamos todos: 11 personas. El mar era lo máximo para todos. Tan pronto llegábamos, todos nos metíamos al agua. Yo no recuerdo si nos poníamos traje de baño o nos bañábamos con ropa interior. Mi madre era la única que sabía nadar. Mi papito se limitaba a subirse los pantalones y empezaba a mariscar, acompañado de mi mami. En una ocasión mi papito, provisto de una alpargata, mató a un pejesapo, gordo, lindo y sabroso, que mi mamá cocinó más adelante. Nosotros, mis hermanos y mis primos, mi mamá también, buscábamos mariscos, lapas, apretadores, locos, señoritas y todo lo que sacábamos lo desconchábamos y lo poníamos en una piedra cóncava, que parecía una olla, y ahí mismo le ponían limón, sal y aceite. Todos comíamos directamente de esta improvisada olla, era una delicia y lo gozábamos intensamente.